Están siendo unos días raros, lo admito.
Todo comenzó hace unos días, primero mediante rumores que hablaban de un poderoso millonario comprando el hotel desde donde os escribía y que, por desgracia, acabaron siendo realidad. El nuevo dueño tiene planes para cerrarlo antes de final de año y convertirlo en a saber qué, imagino que en algo más rentable como uno de esos modernos e impersonales centros comerciales que deslumbran a las tantas de la mañana.
Así que discretamente fui tanteando opciones para la mudanza. Había un hotelito tres calles más abajo, también independiente, que siempre me tenía buena pinta: al pasar por delante por la mañana uno de los porteros siempre me saludaba sin conocerme y la gente que salía de allí tenía bastante buena pinta.
Sin más esta mañana he pedido a recepción hacer el check-out, por lo que ya os escribo desde mi nueva habitación. Tiene ese encanto extraño y frío de los sitios todavía por personalizar, sin descubrir aún dónde está cada cosa pero con el convencimiento de que será un buen sitio.
El amable personal de recepción me ha ayudado a avisar todos los contactos de esta mudanza, siempre conscientes de la nueva política de privacidad que aplica en este hotel y que obviamente te permiten darte de baja si no estás a gusto. Dame algo de tiempo para que ajuste los muebles hasta estar a gusto y te sigo contando.
Nos vemos en el próximo check-in.