Check-in #38 — Un hotel de loto blanco
O cómo una serie ha convertido hoteles en absolutos destinos de culto en pleno 2025.
No es ningún secreto que el cine y la televisión han elevado hoteles al estatus de iconos: ya he hablado por aquí acerca del Hotel Plaza de Nueva York con Solo en casa 2 o el Chateau Marmont con Somewhere. Pero lo que ha hecho The White Lotus va un paso más allá: no solo ha convertido sus hoteles en destinos de culto, sino que ha elevado la experiencia de lujo en el imaginario colectivo.
Desde que la primera temporada se emitió en 2021, el Four Seasons Resort Maui en Wailea dejó de ser un simple hotel de cinco estrellas para convertirse en un plató de fantasías escapistas. La ocupación se disparó, las reservas se agotaron y los huéspedes, lejos de buscar descanso, querían sentirse dentro de la serie, aunque fuera sin cadáver flotando en el océano:
Con la segunda temporada, el efecto se repitió. El San Domenico Palace en Sicilia, otro Four Seasons, se transformó en la postal definitiva del hedonismo mediterráneo. La piscina con vistas al Etna, los corredores de piedra, la terraza donde Jennifer Coolidge pronunciaba sus frases inmortales. Todo eso dejó de ser solo un lujo y se convirtió en una experiencia que la gente quería vivir en carne propia. El resultado: un incremento brutal en las reservas y tarifas que superaron con creces los precios pre-‘Lotus’:
El patrón es claro: donde va The White Lotus, suben las tarifas, se agotan las habitaciones y los hoteles dejan de ser simplemente hoteles para convertirse en templos del turismo televisivo. La tercera temporada, rodada en Tailandia, ya ha puesto en el mapa al Four Seasons Resort Chiang Mai y al Anantara Chiang Mai antes incluso de su estreno. El fenómeno no se limita a los hoteles en pantalla: la demanda de resorts de ultra lujo en todo el mundo ha crecido impulsada por una audiencia que asocia el alojamiento con una experiencia cinematográfica:
Pero este éxito tiene un lado B. El turismo masivo y la cultura del “viaje instagrameable pueden diluir la exclusividad que estos hoteles representan. No todos los huéspedes buscan una experiencia cinematográfica; algunos solo quieren la privacidad por la que están pagando. La clave, para los hoteles, está en aprovechar el boom sin perder su esencia. Porque, al final, más allá del hype, un hotel es su atmósfera, su servicio y su capacidad de hacer que el huésped se sienta dentro de una historia única. Lo que The White Lotus ha demostrado es que la gente no solo quiere dormir en un hotel: quiere habitar en su universo.
Nos vemos en el próximo check-in.